Manifiesto

Una costumbre bárbara

El foie gras es el hígado enfermo de un ganso o un pato al que se ha cebado varias veces al día mediante un tubo metálico de 20 a 30 centímetros introducido en la garganta hasta el estómago. A fin de obligar su cuerpo a producir foie gras, el ave debe tragar en unos segundos una cantidad de maíz tal que su hígado crece hasta casi diez veces su tamaño normal, y enferma de esteatosis hepática.

Al luchar por liberarse cuando se le introduce el tubo en la garganta o al contraerse su esófago por necesidad de vomitar, el ave corre el riesgo de asfixia o perforaciones mortales del cuello.

La introducción del tubo provoca lesiones del cuello en el que se desarrollan inflamaciones dolorosas y gérmenes. La sobrealimentación forzada y desequilibrada provoca con frecuencia enfermedades del sistema digestivo potencialmente mortales.

Inmediatamente después del choc del cebo, el ave sufre diarreas y jadeos. Además el tamaño de su hígado hipertrofiado le impide respirar y desplazarse normalmente.

El proseguimiento de ese tratamiento provocaría la muerte de los animales cebados. La matanza llega a tiempo a fin de ocultar las consecuencias del cebo. Sin embargo los más débiles están agonizando cuando llegan al matadero, y muchos no sobreviven hasta allí: el índice de mortandad de los patos es de diez a veinte veces superior durante el periodo de cebo.

Sufrimiento concentrado

Esta violencia inherente a la producción de foie gras justifica por sí misma su prohibición. Pero para la mayoría de estos animales, el calvario no se limita a la brutalidad del cebo. A muchos se les arranca parte del pico, sin anestesia, con alicantes o simples tijeras.

En la naturaleza los patos pasan gran parte de su vida en el agua. En esas crías muchos están encerrados en cobertizos y después en jaulas cuyo suelo de alambrera les hiere las patas. Esas jaulas son tan pequeñas que ni pueden darse la vuelta y aún menos levantarse o agitar las alas. Muchos de los que sobreviven hasta el día de la matanza sufren fracturas de los huesos al ser transportados, manipulados y finalmente colgados cabeza abajo para ser electrocutados y degollados. Al poco nacer las hembras suelen ser aplastadas o gaseadas vivas por ser su hígado más venoso que el de los machos.

El placer de unos pagado con el sufrimiento de otros

¿Cómo el simple placer de comer su hígado puede justificar que se imponga una vida tan miserable a un ser sensible que, al igual que nosotros, puede sentir dolor y angustia? ¿Su pertenencia a otra especie que la nuestra justifica que permanezcamos sordos ante este sufrimiento y mudos frente a esta esclavitud inmoral?

Hay leyes y reglamentos que protegen a los animales contra tales malos tratos. Los textos son deliberadamente ignorados para los más de 30 millones de animales utilizados cada año, sobre todo en Francia, para el foie gras. Nos dicen que los «sufrimientos necesarios» son aceptables. Pero el consumo de ese producto no es nada necesario. Nadie, ni siquiera los que se benefician de ese comercio, se atreve a pretenderlo.

Mientras el precio por kilo no deja de bajar para el consumidor, el foie gras es un producto pagado muy caro por los animales cuyo cuerpo, utilizado como máquina para producir, es voluntariamente puesto enfermo.

El foie gras resulta también un producto cada vez más caro para Francia, de la cual da la imagen de un pueblo retrógrado en el momento en que muchos otros países prohíben su producción. ¿Cómo se puede seguir haciendo pasar por una tradición de mundología esa costumbre bárbara que consiste en introducir en la garganta de un animal enjaulado la contera de un embudo o una bomba neumática?

La prohibición del foie gras: hacia una ética de la alimentación

Constatando que la producción de foie gras necesita el desprecio de los intereses del animal utilizado para producirlo:

  • Pedimos a quienes ceban a los gansos y patos que dejen de practicar esos malos tratos. El hecho de que no tengan ninguna intensión cruel hacia los animales cebados no disminuye en nada el sufrimiento que provocan.
  • Pedimos a quienes sacan beneficio del foie gras, sin ninguna consideración ética, que pongan término a su participación en ese negocio malsano.
  • Pedimos a las autoridades científicas y veterinarias sinceramente preocupadas por el bienestar de los animales que tengan el valor, a pesar de las presiones políticas y económicas, de denunciar los métodos de producción del foie gras por lo que son.
  • Pedimos a la justicia que recuerde que las leyes y reglamentos imponen un límite al sufrimiento que se puede infligir a un ser sensible, y que la producción de foie gras es en consecuencia ilegal.
  • Pedimos a nuestros representantes que legislen para prohibir definitivamente esa costumbre.

Como consumidores determinados a poner ética en nuestro plato, y constatando que estos sufrimientos sólo existen para complacer nuestro paladar, nos negamos a comprar y consumir estos hígados enfermos de animales torturados.